LUIS MANUEL URRUTIA CUENTO

LA ÚLTIMA CLASE

La cafetería de la Universidad estaba abarrotada de estudiantes. Era constante el murmullo de voces, carcajadas, y fichazos de dominó en las mesas. Griselda y Sonia se habían escondido en un rincón, donde se estaban volando la clase de Contabilidad II, porque al fin y al cabo apenas eran los inicios del semestre y el profesor ya había faltado. Gris suspiró melancólicamente, mientras dejaba su taza de expresso en la mesa, y dijo con tono meloso: 

-No, pues qué cosas. ¿Te acuerdas de Paco? Sí, el mismísimo Francisco Aceves Zepeda. Ese señor sí me latía pero cañonsísimo. Con decirte que hasta me ponía celosa de su esposa.

Las carcajadas de las amigas hizo voltear a sus compañeros de mesa. 

-Pues como no Gris, las clases de Técnicas de Mercadotecnia eran mis favoritas.

-Y apuesto que fueron las favoritas de todas las generaciones de estudiantes de Administración de Empresas Turísticas que nos precedieron.

-Ni lo dudes, Gris Greige. 

-Todavía se me alborota la hormona de recordar cuando nos saludaba en los pasillos. Verlo así, alto, apuesto, siempre perfumado y vestido impecablemente de traje y corbata. 

Los suspiros de Gris Greige la hicieron recargarse en su silla, cerrar los ojosy volver a suspirar, mientras hacía sus remembranzas. 

-Eran célebres las clases de Paco, pero las de inicios de curso causaban muchas espectativas, porque siempre llegaba con una dináamica de grupo nueva. 

-Sí, siempre acostumbraba hacer dinámicas de grupo, todo el tiempo, para agilizar sus ponencias e involucrarnos a todos en sus clases.

-Qué tipazo. Siempre nos pidió que lo llamáramos así, simplemente Paco. 

-Yo siempre lo admiré y la en la Universidad estaba muy bien cotizado. Era de los pocos docentes que combinaba la actividad académica con la práctica profesional. 

-Pues por eso para nosotros ya era muy normal verlo llegar al salón de clases con su latita flaca de bebida energética en la mano, y ese brillito en los ojos que siempre lo ha caracterizado.

-Pero el evento que todos esperábamos con ansias cada semestre, era la fiesta MKT , porque ya habíamos escuchado en pasillos y la cafetería de la Universidad todas las anécdotas de las famosas fiestas, y siempre fué divertido ver las caras de envidia o incredulidad de los alumnos de las demás carreras cuando escuchaban todos los borlotes que se armaban. 

-Sí, el fué quien nos enseñó que MKT son las siglas con las que se acostumbra en el medio abreviar la palabra “Mercadotecnia”.

-Entre otras cosas, mi Greige. 

Griselda se distrajo al ver que se puso de pie un chico muy guapo de nuevo ingreso. 

-Órale, a este cromo no me lo había encontrado. ¿Como ves, mi Soni?

-Pues sí que está de buen ver. 

-Otro para la lista de encamables.

-Esa pinche lista tuya como que tiende a volverse enciclopédica.

-No manches pinche Soni, que solo estoy viendo el menú. La lista de los ejecutados te la puedo decir de memoria y me sobran los dedos de una mano para enumerarlos. 

-Ok, te creo, te creo, no me hacen falta tantas explicaciones. 

-Ah, pero la lista de encamables siempre estará encabezada por Paco. ¡Uh, que rorro tan sabroso!

-No pues sí, lo sabroso se le escurría por todos lados. 

Las carcajadas hicieron que las amigas derramasen un poco de café en la mesa, pero con rapidez contuvieron el desaguisado, tomando todas las servilletas del servilletero. 

Sonia es ahora quien suspira hondamente, para seguir con la lista de recuerdos. 

-Pero nuestra fiesta de MKT no tuvo madre. Esa sí que pasará a la historia. 

-Ya pasó a la historia, Soni. Y estoy segura que tiene un lugar protegónico en la biografía de Paco. 

-Definitivamente, Greige. Ese reventón fue de epopeya.

-Es que nuestra generación fue la más chida de todas las que tuvo Paco a su cargo. 

-Si, eso nos dijo todo el semestre. Por eso se animó a hacer la fiesta MKT de disfraces. 

-Qué buen desmadre se armó. 

-¿Tú de que te disfrazaste, Greige?

-¿Como es eso de que no te acuerdas de mi disfraz de Mujer Maravilla, de licra ultra delgadita y con su poderosísimo escotazo? Esa fue la vez Paco me dirigió más veces sus miradas. 

-Cierto, ciertísimo. Yo preferí mi eterno disfraz de abejita. Siempre me divierto enormemente cuando me lo llevo de pachanga. 

-Pero sigue sin quedarme claro cómo terminó el desmadre. 

-Pues porque nos fuimos temprano, Greige. El Chamo me contó toda la acción, porque él fue quien llevó a Paco a su casa. 

-Sí, eso ya lo sabía, pero no entiendo qué pasó en el inter para que lleguaran a esos extremos. 

-Pues, según el Chamo, la fiesta iba de poca madre, Paco seguía organizando juegos, todos bebían alegremente, pero parece que alguien metió algo en la bebida del Paco, porque de buenas a primeras se puso pedísisisisisisisísimo. O pudo ser un golpe de aire.

-O un golpe de mezcal. 

-Ándale, tu sí sabes, Gris Greige.

-Bueno, pues el caso es que ya agarrados de la jarra, todos se siguieron bailando y bebiendo. Poco a poco se fueron desperdigando los que se iban para sus casas, hasta que quedaron Jessie, la anfitriona, el Chamo, y Paco. Y me dijo el Chamo que entre Jessie y él se cansaron de preguntarle a Paco si lo llevaban a su casa, ´que decía que sí, pero que al preguntarle dónde quedaba, siempre respondía lo mismo: “no sé”.

-Órale, que buena peda. 

-Pues sí, pero Jessie y el Chamo ya no sabían qué hacer, porque los papás de Jessie no tardaban en llegar, y ella no quería que vieran a su profesor en tan lamentables condiciones. 

-No, pues no. 

-Entonces el Chamo subió a Paco en su coche, mientras manejaba y le seguía preguntando dónde vivía, y Paco seguía con la misma cantaleta:

-NO SÉ, 

exclamaron las amigas al mismo tiempo. Con ojos desorbitados, Griselda le preguntó:

-¿Y luego? 

-Pues ya clareaba el cielo, cuando el Chamo se cansó de seguirle preguntando a Paco y no salir de la misma. Enfiló a su cantón, subió a Paco a su cuarto, lo acostó en su cama y lo tapó con una cobija. El Chamo me dijo que de volada el Paco empezó a roncar como un ferrocarril. Entonces el Chamo se fué al sofá de la sala, y esperó a que bajaran sus papás a desayunar para platicarles del nuevo huésped. 

-¿Te cae?

-Neta del planeta contada por el Chamo. Y falta todavía lo mejor, Greige. ¿Te acuerdas de qué iba disfrazado Paco? 

-Futa, No manches, ¡se había disfrazado de marinerito, como el Kiko!

-Pues sí. El Chamo y su familia murieron de la risa al ver a Paco, vestido de marinerito, con cara de espantado, caminando por la casa, preguntando temeroso “¿Donde estoy? Mi esposa me va a matar”.

Las amigas no paraban de carcajearse, mientras sus vecinos de mesa las miraban con honda envidia, al desconocer el chisme tan sabroso que las hacía reír así. 

-La mamá del Chamo le ofreció a Paco prepararle algo de desayunar, la hermana del Chamo le tiró los canes, y Paco cada vez se apenaba más. 

-Ha de estar bien penudo. 

-Muerto de pena, pues. A fin de cuentas, Paco le pidió al Chamo que lo llevara a su casa, y ahora el Chamo es quien se moría de risa, porque le dijo a Paco que eso le preguntó toda la noche, pero que solo le respondía “no sé”. Paco se despidió de la familia del Chamo, se subieron al coche y entonces sí, Paco ya le dió todas las indicaciones para llevarlo a su casa, y por fin llegaron.

-¡Ese sí fue un oso de aquellos! 

-Un oso enorme. Pero el caso no quedó allí. Al bajarse del coche, a plena luz del día, frente a su edificio, vestido de marinerito, con su esposa en la puerta del edificio con cara de pocos amigos, pues Paco se convirtió en el hazmerreír de sus vecinos, que prontamente le tomaron video, lo etiquetaron y lo subieron a las redes. 

-¡No-jue-gues!

-Pues sí, sus fotos se volvieron virales. #lordkiko lo apodaron. Y yo ya supe por contactos que tengo acá en las oficinas de la Universidad, que esas fotos y videos lo desacreditaron mucho, y que algunas compañeras lo acusaron de acosarlas sexualmente durante la fiesta. Todos sospechamos de las gorditas que reprueban todas las materias, pero no estamos seguros. Como la fiesta la hizo para celebrar el fin de curso, el caso es que esa fue la última clase de Técnicas de Mercadotecnia que tomamos con él. 

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